Me pides una impresión de Aires. Vaya enumerarlas, algunas de ellas. Las que el tiempo, corto, ha cuajado desde ayer hasta hoy. Todo cambia. Nada es sosiego. Pero todo tiene, en su fondo, como un piso, un cuerpo sereno que se inflama, que se evapora en reflejos, que se inscribe, como el impacto de un chorro de luz, en una pared. El espejo es lo que une: es como un ligamento imperceptible y sin embargo brillante, fragmentario. Las cosas suceden en sitios muy específicos y opuestos: el techo, el piso, las paredes. Has definido, una vez más, los límites, las fronteras. Creo que lo fundamental en Aires no es tanto la fascinación cinética como el cuerpo distinto de las cosas, el cuerpo mórbido y alquímico. Aires es sobre la materia más que sobre el espacio, es sobre el cuerpo más que sobre el movimiento. Dos cosas mordieron mi mirada: ver lo mismo como si fuera, a cada instante, diferente; y no poder, en ninguna de estas superficies inasibles pero muy narcísicas, verme. Te quiere, L. Luis Enrique Pérez-Oramas | ||||
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