Usted está aquí Así mismo, el trabajo de Magadalena Fernández se ha movido dentro de una reflexión sobre lo geométrico hecha, no exclusivamente desde el logos rígido asociado al abstraccionismo geométrico moderno, sino desde una vinculación con lo erótico- intuitivo que la lleva a hacer cruces y acercamientos con las formas y los elementos del mundo natural, en un espíritu que le es del todo propio. Detrás de la engañosa apariencia homogénea y contundente de Superficies, hay un tejido complejo de intenciones y temas urdidos con extraordinaria intuición y genio que hacen que la presentación de la exposición tenga varias aristas. Por una parte, Superficies como lo dijo espontáneamente Magdalena al presentar brevemente el proyecto por vez primera, es un homenaje al cuadrado, a esa forma máxima de abstracción y sus posibilidades en el espacio. Es por otra parte una meditación sobre cómo el espacio deviene lugar de acuerdo a las experiencias sensoriales del cuerpo que lo transita, tal como lo presenta magistralmente su curadora, Sandra Pinardi. Es también una puesta en escena personalísima de las diferencias y relaciones entre la pintura y el dibujo. Y por último, el gran tema, el tránsito (o debería decir la transmutación?), un tránsito que va de la geometría a la sensación, así como de la sensación a la geometría. Dicho en otras palabras, el trabajo aborda el proceso de naturalización de lo abstracto y de la abstracción de la naturaleza. En las siguientes notas quiero abrir algunas minúsculas ventanas a algunas de mis fantasías sobre ese proceso que encuentro todavía tan sorprendente, y sobre retazos de una biografía que realmente no quiere ser contada sino insinuada. Hieros Gamos Ancestros in situ Volviendo a los datos incómodos, nadie que se pasee por las salas de Superficies puede ignorar las presencia de homenajes que Magdalena hace, más o menos deliberadamente según el caso, a Mondrian y a Malevich, maestros que sirven para ilustrar a la perfección cómo los imaginarios de los artistas pioneros de los geometrismos modernos estaban cruzados de intenciones y asociaciones originales que distaban mucho de ser proposiciones artepuristas. Piet Mondrian (1872 – 1944) , el más puro y decidido de los grandes precursores de la abstracción, ingresó en la Sociedad Teosófica Holandesa en 1909 y decía que lo había aprendido todo de Madame Blavatsky. De la Teosofía sacó su permanente convicción de que la vida estaba destinada a la evolución y que la meta del arte era darle expresión a este principio. También surge de allí el concepto de que el progreso hacia la revelación última llega a través del equilibrio y la reconciliación de fuerzas opuestas. A Mondrian le importaba mucho la tensión entre los vertical y lo horizontal, y de acuerdo a sus anotaciones, las líneas negras que estructuran sus grandes planos de color y más tarde el puro conjunto de estructuras cruciformes que mejor lo caracterizó, representan la batalla hacia la unidad de la dualidad cósmica y la simetría religiosa que es la malla que sostiene al universo material. Kasimir Malevich (1878 – 1935 ) es el pintor ruso que originó el Suprematismo (1913), un movimiento artístico fundamentado en una gramática geométrica a base de cuadrados y círculos. Malevich era un místico, influenciado por la Teosofía y por Piotr Ouspensky, matemático ruso y principal colaborador del influyente místico Georges Ivanovich Gurdjieff. Malevich, que era un contemplativo, definió al Suprematismo como un medio para mostrar los estados supremos de la consciencia a través del supremo estado de la pintura que es la no-objetivación. Esta no-objetivación del Suprematismo es la destrucción radical del mundo objetivo, y no reconoce más que un solo mundo, el del abismo del ser. Así, su obra más famosa, el famosísimo Cuadrado Negro (1913) era para él a la vez “ el símbolo absoluto de la modernidad ”, sentimiento purísimo y un ícono de lo divino absoluto y no manifiesto, del que sólo se puede decir lo que no es. De hecho cuando el Cuadrado Negro se presentó en la última exposición Futurista en Petrogrado, en (diciembre, 1915) , la obra estaba colgada en un rincón del techo de la sala donde las familias ortodoxas colgaban sus íconos ( llamada la “esquina dorada”) y al entrar, el público se santiguaba. Por otra parte la luz para Malevich siempre tomó los rasgos de lo sagrado. Su obra Blanco sobre Blanco (1918) -también una referencia importante para saber ver los ecos lejanos de la propuesta de Superficies - era para él la luz antes de la creación del mundo, antes de que iluminara los objetos y les diera la forma y el color. Si consideramos al cuadrado de Malevich, tanto el negro como el blanco, como una imagen del Absoluto sin atributos, del Vacío perfecto, la vía negativa, el cuadrado de Magdalena viene a ser para mi, en casi todas sus epifanías, y particularmente en Venecia (3i000, Superficies ), un ícono femenino de lo Supremo que integra logos y eros, materia transparente al espíritu puro, un plenum de aguas originarias que afirma el mundo manifiesto y es capaz de dar el gran SI sobre su superficie elemental. Via positiva.
Verbatum. Agua “Todo mi trabajo está basado en el agua, en el reflejo de la luz sobre su superficie, en sus transparencias, en el movimiento de la luz, en los reflejos que se quiebran. Yo pasé mi vida entera junto al agua, estaba siempre con mi familia en el mar, en el río. Es mi experiencia.” “Esta etapa del trabajo donde aparece el agua en video surge de una visita a Venecia en año 2000, cuando viendo los reflejos sobre el agua del canal me di cuenta de que todo lo que quería hacer estaba allí. Hubo un momento preciso en el que vi el cuadradito perfecto de una ventana reflejada en el agua y eso completó la imagen. Antes mis videos eran aproximaciones a problemas espaciales. Todas la imágenes posteriores que se mueven en el agua salen de ese momento revelador .” “Así mismo, la obra de los puntos negros ( 1i993, Sala Mendoza, 1993) en la exposición Estructuras, surge del diagrama del sonido de una gota de agua. Yo tenía el sonido grabado y los elementos constructivos ( las pelotas negras) y quería hacer algo con eso. Cuando fui a un estudio de grabación y vi el sonograma, me quedé fascinada pues allí estaba la obra, en ese momento la vi. 1i993 es una reproducción de esa lectura gráfica del sonido. Puede decirse que lo mismo sucede en la obra de las ranitas (1i006 Eleutherodactylus Coqui, Superficies), donde los quiebres en las líneas de luz cuando aparece el sonido, están vinculadas a los picos del sonograma de su canto .” “Ya desde la exposición que hice en la Sala Mendoza, (Aires,1998), yo quería crear, sobre todo, una atmósfera, una atmósfera que tradujera en lenguaje geométrico el sentir del agua. En realidad siempre he hecho lo mismo, fíjate que ese paraboloide (1em006, en Superficies) se mueve como el agua” .
“Yo estudié matemáticas porque pensaba que allí iba a encontrar algunas certezas, respuestas a mis incertidumbres, a preguntas que yo ni siquiera puedo precisar pero que están allí.” Esa misma búsqueda probablemente la llevó a vivir unos años en el norte de Italia, donde tuvo la oportunidad de trabajar y estudiar con un conocido proyectista italiano que resultó ser uno de esos personajes cuya coherencia y fuerza pasan a ser marcos referenciales insoslayables. “Yo vivía en un pueblito llamado Castiglione della Stivere. Mientras estuve allí trabajé recogiendo frutas, y en las líneas de producción de fábrica de panettone. En esa época estudie en la escuela bodega de A.G. Fronzoni en Milano, un proyectista, un artista genial que tenía mucho de monje ascético. Era un hombre sumamente austero en su ser, en las formas de su cotidianidad y en su arte, que no hacía diferencias entre sus planteamientos estéticos y su vida. Era minimalista, y se movía sobre una racionalidad apolínea que reducía todo a sus elementos constructivos mínimos. Sus planteamientos eran globales y proponía que tanto la vida, como la obra había que proyectarla y pensarla cuidadosamente, y llevar esa conciencia de lo que se quería a todos los ámbitos de tu vida de una manera integral, incluyendo los gestos más automáticos y cotidianos. A él no le importaba que la gente que estaba en la escuela fuese de un proyecto arquitectónico, a uno gráfico a algo industrial, de hecho las personas que allí estábamos veníamos de muy distintos backgrounds y quehaceres. Lo que le importaba era la coherencia y dirección del proyecto. Él era muy constructivista, en el sentido de que las cosas eran de una manera y no de otra, y ciertamente había mucha rigidez en esa postura. Del cuadrado decía que era una expresión de orden en el mundo, y lo veía como el elemento constructivo de la retícula fundamental que organiza todo, de ahí deriva. Pienso que la retícula es el camino seguro, la plantilla que te da orden y disciplina, es sólo basándose en ese orden desde donde puedes más adelante ‘desordenar'. Fronzoni era, por supuesto, ateo ”.
“Yo siempre he hecho lo mismo, siempre he estado rotando, planeando, girando sobre la misma cosa. Los artistas constantemente creamos la misma obra. Mira, estos son unos ejercicios de cuando estaba en la escuela de artes gráficas aquí en Caracas, ya entonces puedes ver aquí una gráfica reticulada que buscaba el movimiento del agua .” Ya aquí Magdalena quiere combinar algo fluido con algo geométrico. Me enseña las fotos de su primera individual, donde exhibió fotografías hechas a una vieja imprenta, donde todo simula ser detalles de una arquitectura muy constructiva. Le pregunto si ella sabe definir qué es esa cosa que está detrás de todo lo que ella ha estado haciendo a lo largo de estos años de creación artística dedicada. Se queda pensativa. Yo también. Mientras tanto ya se oyen las ranitas y las luces de la tarde bailan sobre las paredes blanquísimas. Alicia Torres | ||||
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