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Sobre la luz (y para Magdalena)
Comentaba un estudioso que según Ezra Pound el arte se definía como un ‘sudden sense of liberation’, que traduzco yo, ahora, ya no tanto como sentimiento súbito, hasta fulminante, de liberación, como una repentina, y muy breve sensación de libertad.
El arte de Magdalena trata de eso porque trata de la luz. Desde la economía de su lenguaje hasta la sencillez de sus formas, todo habla de la luz como condición imprescindible, y aún más allá, de la belleza como imagen y metáfora instantánea, súbita, brevísima. De la belleza como liberación momentánea de la gravedad y pesadez, de la complejidad y dificultad, de la horizontalidad de lo oscuro.
La obra de Magdalena trata de un elogio a la fragilidad, a la precariedad, a la débil vulnerabilidad de la luz. Pero no por banal, ‘lógica’, ‘correcta’ oposición a la robusta pesadez de lo oscuro que reduce el valor de los contrarios a una simple dualidad de luz contra sombra, sino por una razón más sutil, más inteligente, más irónica. Porque aprecia y valora lo luminoso precisamente por ser frágil, débil y vulnerable. Y breve, muy breve.
La diferencia es notable y coloca la obra de Magdalena al margen de las discusiones estéticas de hoy, mayo del dos mil ocho: Lo luminoso y bello es un valor inestimable porque nos recuerda, como imagen, como metáfora, lo efímero y precario de la experiencia humana. Tal imagen de fragilidad guarda para nosotros un peso y valor imprescindibles porque es reflejo de esa ‘sensación súbita de libertad’, que quizás hasta en contra de las intenciones tan poco liberales de Pound, define, aún hoy, el peso político exacto del arte, de la luz, de la belleza.
Veronica Jaffé
mayo, 2008
versión en inglés
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