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Heredera de algunos métodos del
arte cinético, Magdalena Fernández los explora con delicadeza e incertidumbre.
Le gusta invadir con suavidad las estructuras estables de la arquitectura,
revelándolas y al mismo tiempo poniéndolas en duda gracias a una calculada utilización
de luz. De este modo, suele tejer relaciones espaciales en las cuales el cuerpo
y la mirada son invitados a penetrar en una dimensión inédita. Su obra está
dominada por un gesto ligero e inmaterial, como una especie de música muda, que
desplaza el centro de gravedad de los objetos, reduce los muros y distiende las
rejas. Una revolución sutil de las formas y de la mirada, más subversiva de lo
que aparenta ser.
Anne Louyot
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