Sobre "Amanecer
" (1pmS011)

Amanece. La emisión ubicua de sonidos –en un principio aislados, luego armados como una densa masa acústica— fragmenta el silencio compacto de la sala de proyección. Lo que se escucha es natural: la articulación gutural de la mañana, los rumores concertados de aves e insectos que anuncian el término de la noche. Y así como el silencio nocturno, replicado por la muda oscuridad de la sala, se deshace en el sonido del día, la extensión negra de la pantalla se desvanece bajo aros de luz blanca. Amanece, esta vez visualmente, pero ya no se trata de un dato natural. Porque lo que se asoma sobre la superficie de proyección es un artificio constructivo: la estructura serial de Desplazamiento de un elemento luminoso, una de las obras que Jesús Soto produjo en 1954 durante su primer período óptico-cinético. Y una vez que el espectador, quien en este caso es también un oyente, advierte ese parentesco visual, la hibridez del video a través del cual Magdalena Fernández revisita el pasado modernista venezolano se revela como una fractura histórica.

La obra, en otras palabras, se declara como la unión precaria entre el paisaje sonoro que retumba en la sala y la abstracción constructiva de la imagen proyectada. Así la sucesión de los períodos de la obra de Soto es trastocada y desplazada por otra forma de temporalidad: simultánea, en vez de progresiva; compacta, en vez de secuencial. A esto se añade que no es la naturaleza como figura de lo primigenio, sino su conversión y estructuración tecnológicas –en cierta medida, su abstracción reconstructiva– lo que Fernández orquesta como el fondo auditivo de la obra modernista. Y ese fondo se aglutina como un todo fracturado: un compuesto inestable de fragmentos sonoros que se disputan la atención de quien los escucha y así intensifican la percepción divergente de la construcción siempre desplazada, siempre cambiante de lo que toma cuerpo sobre la pared.

La obra de Fernández, por lo tanto, no sólo invoca el Desplazamiento de un elemento luminoso para repensarlo a partir de nuevas pautas tecnológicas; ella misma es una serie de quiebres, reconstrucciones y desplazamientos que alteran cualquier percepción que tengamos sobre el pasado cinético de nuestro arte abstracto. Pero son esos quiebres, ese remontaje, esa desfamiliarización, lo que reaviva y redime un pasado en apariencia clausurado: como en una “imagen dialéctica”, el concepto introducido por Walter Benjamin para acercarse a la historia desde una óptica productiva, aquí “lo que ha sido se une en un fulgor con el ahora para formar una constelación”. Así las promesas ya exhaustas de “lo que ha sido” –el progreso, la posibilidad de una renovación radical de la visión– cobran una presencia renovada: la “heterogeneidad multitemporal” de la obra, para usar la frases aptas de Nestor García Canclini, despierta la posibilidad de una “modernidad después de la postmodernidad”(1). O, traducido a nuestro contexto nacional, es el montaje de diferentes tiempos lo que en Amanecer permite reintroducir el constructivismo después de su clausura histórica. Y es ésa la estrategia, el acertijo de la obra entera de Fernández.    

Juan Ledezma

2013

(1) Walter Benjamin, Arcades Project (Cambridge, Massachusetts: The Belknap Pres of Harvard University Press, 1999), p. 462. Nestor García Canclini, “Modernity afer Postmodernity,” en Gerardo Mosquera, ed. Beyond the Fantastic. Contemporary Art Criticism from Latin America, p. 28.

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