1. Eco


El eco es una voz –o un decir– que se multiplica en muchas voces, que se disgrega apareciendo virtualmente en diversos lugares y situaciones, recorriendo distintos emplazamientos y que, por ello mismo, pareciera abandonar el momento único de la locución para expandirse en el mundo. Una voz –o un decir– que reverberando pareciera rodear y apropiarse del espacio, que se moviliza incesantemente como si estableciera un diálogo consigo misma, aludiéndose e inquietándose, respondiéndose. En el eco, la unidad –lo uno, por ejemplo, un sonido o una palabra– se abre haciendo manifiestas las diversas posibilidades tonales que posee, y el entramado de esas variaciones –la secuencia de los “ecos”– densifican la unidad haciéndola compleja.

Las obras de Magdalena Fernández tratan del devenir, de ese movimiento y transformación constante que constituye el modo propio de ser de todo lo que existe, tanto de la naturaleza, los cuerpos y la materialidad, como del espíritu, sus abstracciones e ideas. Por ello, sus instalaciones y videos, esculturas o dibujos, son formas, figuras o estructuras que crecen y se desarrollan, que se agitan y cambian, y que en esa medida operan como “ecos” en los que la naturaleza reverbera en los ámbitos de lo ideal y la abstracto; los diseños (dibujos) se hacen cuerpos extendiéndose y apropiándose de los espacios, la luz se propaga conquistando formas y tonalidades.

Este “darse como eco” ocurre, además, en dos sentidos. Por una parte, sus obras son el “eco” de su íntima y dilatada experiencia tanto en y con la naturaleza, como en y con la tradición abstracta de las artes plásticas modernas. En estas obras la naturaleza se muestra –y propone– como cobijo y destino de la existencia; como el sustrato ineludible que da lugar al mundo construido y pensado; y la tradición abstracta se inscribe como la “materia” formal y poética desde la cual se trama el decir de las obras, convocando la memoria, enlazando vivencialmente tiempos y lugares distantes. Resuena la naturaleza en los elementos formales simples, reverbera la tradición abstracta en las figuras que sirven de “soporte visual” a las obras. Así, por ejemplo, en 2iPM009, es justamente la experiencia de una “lluvia” lo que acontece en la rítmica y creciente transformación de las retículas de líneas y sonidos, una lluvia que es el albergue significante de la obra –su decir– y es también la plenificación de su presencia. Esa “lluvia” es, además, un “eco” de las desestructuraciones geométricas de la naturaleza elaboradas por Mondrian, un “eco” que las modifica completamente, ya que mientras Mondrian realiza un proceso hacia la abstracción, Fernández recorre un camino de naturalización de los elementos abstractos con el que construye una instalación que se apropia de la totalidad del espacio, absorbiendo completamente al espectador.

Por otra parte, al interior de cada una de las obras, los diversos elementos que las componen operan como “ecos” unos de otros aportando distintos planos de sentidos a la pieza. La “unidad” estructural, es decir la obra, se diversifica gracias a que se establecen múltiples conexiones dialógicas entre sus partes. Por ello, al interior de cada forma, figura o estructura particular (cada obra), los diferentes elementos –planos, líneas, puntos– se convierten en la expresión gráfica y/o volumétrica de complejos sistemas de fuerzas y tensiones, en los cuales un elemento se propaga, y se repite modificado, en todos los otros.

SP


El paisaje de la obra de Magdalena Fernández sumerge al espectador en la esencia misma de la experiencia artística en busca del fin último de la naturaleza. Una experiencia sonoro-visual resuena a través de las ventanas virtuales de sus instalaciones, videoinstalaciones, pinturas móviles y obras de sitio específico, para evocar un eco que reverbera desde la fuerza latente de la naturaleza. Rememorando la alegoría artística y literaria de Eco y Narciso, según la narración del poeta Ovidio en La metamorfosis, la exposición de Fernández sugiere un nuevo modo de configurar la naturaleza en el cual resuenan la síntesis, los signos y el ritmo de una repetición interminable. Luego de dar cuenta de las travesías artísticas y literarias de Eco en la era contemporánea, el personaje parece encontrar una nueva voz en la obra de Magdalena Fernández al pronunciar la última palabra de un lenguaje artístico cuyo estilo encuentra sus bases en la pintura abstracta y el formalismo. El eco en el trabajo de Fernández devuelve una experiencia artística a través del reflejo de la naturaleza y la evocación de un rasgo femenino: tal como el personaje Eco responde desde lo profundo de un ambiente natural, así la práctica de Magdalena Fernández resuena desde un paisaje inmersivo para interpelar la imbricada relación entre seres humanos y naturaleza. Al hacer esto, la obra de Fernández ofrece un espacio y una voz para los aspectos no representados de la naturaleza, los cuales resuenan en un lenguaje de experiencias sonoras y heterogéneas que nos recuerdan una ética de pertenencia.

La práctica de esta artista está caracterizada por un meticuloso método de investigación que crea un puente entre la naturaleza, sus leyes inherentes y la pureza de las formas ideales, abstractas y racionales. En la base de su práctica, se encuentra un enfoque ético que sustituye el racionalismo para reconectar a los seres humanos con el mundo natural a través de una resonancia audiovisual que no busca ser lenguaje, sino eco de una experiencia que vuelve luego de reflejarse en sedimentaciones, recolocaciones, geometrías y configuraciones. La obra de Magdalena Fernández desplaza la función de la forma racional en la necesidad natural y permite revelar un orden diferente de composición que emerge a partir de una experiencia radical. Esta reinvención de un lenguaje artístico ético exige una experiencia colectiva para sugerir modos de pertenencia y de ser fiel a la naturaleza. El díptico de apertura, 1pm SO11 (2011) y 1pmSO15 (2015), es un ejemplo que ilustra bien la manera en que la poética de Magdalena Fernández refleja la unidad de una experiencia consciente a través de elementos visuales y sonoros. El reflejo en el trabajo de Fernández nunca es autorreferencial, sino que se extiende hacia “el Otro” a través de una cadena infinita de estructuras, ritmos y signos abstracto.

SB

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