Ficciones Abstractas

La abstracción geométrica sin duda tuvo importantes resonancias en Venezuela. Su incuestionable triunfo sobre la pintura paisajista y figurativa se evidencia en un conjunto arquitectónico y plástico que ha logrado coexistir con Caracas. La Ciudad Universitaria soñada por Villanueva tuvo la colaboración de artistas locales e internacionales y fue un proyecto que quiso fijar la modernidad en el país. Nuestra admiración contemporánea por la síntesis de las artes modernas realizadas en la Universidad Central de Venezuela no deja de tener un componente muy contradictorio, pues pensar en la abstracción trascendente y utópica en el arte contemporáneo es un anatema. Nadie se plantea encontrar la verdad en los manchones de color o en las líneas verticales y horizontales. Si la preocupación fundamental del cinetismo era el comportamiento del color en el ojo y sus vibraciones en el espacio, la abstracción de hoy se escamotea tras el discurso. Tal vez se oculte porque el arte de hoy ha aprendido la lección del esencialismo. En todo caso es un hecho que la retícula ya no es una ventana platónica sino una ventana a la realidad que nos afecta. En ella se colocan las difíciles relaciones entre el arte y la vida. Peter Halley, valiéndose del pensamiento de Michel Foucault, ha afirmado que la geometría traduce los mecanismos excluyentes del poder. Pero pese a que el lenguaje de la filosofía y de las ciencias sociales y exactas ha invadido la pintura y las instalaciones, muchos de los problemas que ellas pretenden abordar se reducen a las formas puras. Si la abstracción de los artistas de la primera mitad de este siglo quiso ser el lenguaje y el modelo de subjetividad universal, la abstracción de artistas como Magdalena Fernández se sabe particular, fragmentaria y frágil. Sin importarle el estigma del modernismo, Magdalena Fernández ha realizado obras abstractas inconcebibles para la situación actual. A nadie se le ocurriría plantearse cómo la luz cae sobre el agua produciendo inquietos reflejos que se proyectan sobre el techo de una sala de exhibiciones. Tampoco sería interesante para las modas vigentes ver las bellas imágenes en video del fuego y del agua presentadas como una especie de continuo sensorial. A esta artista le obsesiona la suspención de los elementos y la separación de éstos de su contexto. Esto es, si al fuego y al agua se les agrega una sutil dosis de teatralidad, éstos se transforman en imágenes aisladas de su carácter utilitario o cotidiano, fragmentos magnificados de belleza que sólo desean atrapar los sentidos del espectador. La abstracción de las conmovedoras imágenes de Fernández, entonces, se sitúa en un punto marginal respecto al laboratorio de la percepción y el imperio del discurso sobre la obra. Las instalaciones de Fernández, pictóricas y sensoriales, logran acercarnos a una tradición que en definitiva no ha muerto. Cabe preguntarnos si la modernidad y la abstracción concluyeron en Venezuela o se trata de otro falso canto de cisne. Si acaso el arte moderno fue un momento efímero y banal de un país contaminado de modas extranjeras. Pero la obra de Magdalena Fernández ofrece una nueva manera de aproximarse al problema. Si las polaridades abstracción - figuración del arte moderno ya no definen ni al mundo ni al arte, la representación y la ilusión deben ser repensados en función de la razón o simplemente en función del goce de los sentidos.

Gabriela Rangel
Catálogo exposición ‘Aires'
Sala Mendoza, Caracas, 1998