Prácticas chamánicas en contextos urbanos

Uno de los aspectos más importantes de la significación simbólica en las instalaciones interactivas son las múltiples posibilidades de involucrar al espectador en el juego propuesto por el “brujo”, usando esta figura como metáfora de ese “medio” que permite entrar en el mundo a partir de la incertidumbre, es decir, en un espacio en el cual ya no consideramos la vida como una lista de certezas sino de dudas que convierten a la realidad en algo más que una construcción inamovible.

Así nuestros “brujos” o “chamanes” del constante éxodo urbano, son los artistas  que logran descentrarnos de nuestra utopía de la seguridad, los artistas que crean la ilusión de la realidad alterna -¿o devela la ilusión de nuestra realidad?-, los artistas que hacen el juego de la burla del discurso científico valiéndose de su mismo lenguaje y abstracciones.

En este selecto grupo de “chamanes urbanos” podemos ubicar irrespetuosamente a la venezolana Magdalena Fernández, quien explorando en las múltiples posibilidades de las instalaciones en espacios dispuestos para la libre interacción del público, provoca en el espectador esa anhelada limpieza espiritual.

Cuando el logocentrismo moderno instrumentalizó la psicología, para generar valores taxonomicos a partir de las patologías mentales, cualquier alteración en la escala de lo medible se simplificó bajo el rotulo de la esquizofrenia. No obstante, artistas como Magdalena Fernandez, desde el imaginario postmoderno, le apuestan a la alucinación provocadora y seductora de los artilugios lumínicos, poniendo a la ciencia al servicio de la magia.

La obra de esta artista venezolana no sólo explora las posibilidades lúdico-artísticas de la luz valiéndose de la fibra óptica, también se adentra en la agresión de la arquitectura cuando en medio del espacio natural se erigen alusiones a la invasión progresista. En algunos casos la premisa de Fernandez se puede interpretar de forma similar en las instalaciones alimentadas por esculturas, provocando en un ambiente el surgimiento de una serie de alegorías de los espacios abrumadores de la naturaleza, ahora producto de la ingeniería artificial.

Estamos inmersos en el fuego, en el interior de un enjambre o en ambientes inconcebibles racionalmente que pueden evocar en muchos casos mundos cibernéticos o el vacío en medio del ruido tecnológico, hay que agradecer a los nuevos chamanes como Magdalena Fernandez, la posibilidad del extrañamiento en un mundo cada vez más diafano.

Diego Pacheco
2009
 
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